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Francisco de Miranda, un final sin méritos para un legado imborrable

Puerto Cabello, una plaza importante en Venezuela, fue una de las derrota más fuertes que tuvo Miranda y su relación con Bolívar, obligándolo a firmar un armisticio con Monteverde y allí, dar forma a una capitulación o tratado de paz que finalmente le dejó muchas bajas en su ejército durante el suceso.

“Bochinche, bochinche, esta gente no sabe hacer sino bochinche”, fue la frase que soltó cuando lo encarcelan para llevarlo a Puerto Cabello, Puerto Rico y finalmente a La Carraca, en Cádiz donde estuvo de 1814 a 1816, para terminar un periplo de 4 años en los que estuvo siempre bajo sus convicciones y creencias. La aprehensión incluía a Bolívar entre los presentes, uno de los rostros que vio al alumbrar con su linterna a sus captores.

En Puerto Cabello indicaba por escrito que España había traicionado el acuerdo de paz hecho previamente, en La Carraca pidió ayuda nuevamente por medio de sus letras y también desde allí incluso pidió a Fernando Séptimo su intervención en la situación. Solo la tranquilidad de mantenerse firme le quedó a Miranda, que cerró su ciclo en Cádiz, tierra que lo recibió con sueños y lo despidió olvidado en una celda.

El final de Miranda, lejos de la justicia o el mérito, le hicieron acreedor de un peso histórico al alcance de pocos, tal vez de ninguno, porque en una historia donde suelen escribir los vencedores, un caraqueño plagado de derrotas logró cruzar el mundo con sus ideales y darle forma a una corriente de pensamiento que hoy en día, recibe el reconocimiento que en su momento le hubiesen dado otra imagen, otra realidad.

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